Jugué una campaña corta de D&D 4 edición con compañeros del trabajo hace dos años (creo, no recuerdo muy bien). La historia no estuvo mal, en una ambientación basada en el Egipto clásico. No me gustaron las reglas, no había demasiada diferenciación entre personajes. Y le quitaba a los magos el no-se-qué ese que tienen. Bueno, en vez de no-se-que, es la versatilidad y, sobre todo, el hacer parecer que son personajes basados en la inteligencia. Pasaron de ser completamente diferentes de los guerreros (no entremos en lo mal parados en comparación que eran los guerreros en anteriores versiones) a ser un sabor algo diferente de la misma mecánica. En juegos de rol de papel y lápiz los magos siempre me han parecido los más fascinantes, por estar basados en la inteligencia, por ser los que más opciones diferentes tienen y por otras razones que se aproximan a mis gustos. Pero cuarta se parece demasiado a un mmorpg en cuanto a la mecánica. Y para dicha mecánica, lo que más me gusta es ir al combate cuerpo a cuerpo, porque es donde tengo la sensación de que haces más, de que hay más actividad.
Como para bastantes otros WoW fue mi primera aproximación a los mmorpgs. Mis dos primeros personajes fueron un mago (Neartha) y un warlock (Teartha). El mago se suponía que iba a ser mi main, pero mientras esperabamos a otros para pasar de nivel 10 (cuando teníamos aquel famoso límite que mando en mil discusiones al otro/a warlock y al/a la rogue) empezé mi warlock y me gusto más, porque el demonio conjurado obligaba a tener algo más de actividad. Y tarde bastante en crear mi warrior (Lagardère). El cúal acabo convirtiendose en mi carácter principal. El hacerle mi principal tuvo dos consecuencias: una, mostrarme que espada y escúdo con armadura completa me satisfacía muchísimo (Ivanhoe era una de mis historias favoritas de pequeño); otra, que hacer la función de tanque en un dungeon era los más interesante del juego. Me gustaba el formar parte de un grupo que superaba complicaciones y echaba abajo jefes de mazmorras y cavernas varias.
Pero por razones varias deje de jugar.
Hace un par de días vi el trailer de Everquest Next. Haciendo la gracia en Facebook, comenté que había un personaje leónido que tenía la armadura de Stormwind. Y eso me llevo a añorar los tiempos en los que Lagardère andaba por los campos de Azeroth desfaciendo entuertos.
Pero claro, las circumstancias han cambiado. Lo que me gustaba entonces (ir en grupo a superar desafios y retos y derrotar monstruos gigantescos) ahora probablemente no pueda hacer. Lo que me gustaría poder jugar es un mmorpg en que te lleve 2000 horas de juego en llegar a nivel máximo, no 60. Donde el juego a dicho nivel no sea lo importante, si no el camino para llegar a dicho nivel máximo. Donde no haya misiones diarias. Donde el perderte un rato por el mundo conlleve iluminación y puntos de experiencia. Uno para la categoría de jugadores "exploradores", vaya. Y donde mi carácter pueda ir con su armadura abollada, usada en mil batallas, con un escudo de armas en el escudo de verdad representado mis logros, y donde mi espada sea igual de conocida que la Tizona.